11.14.2011

Hoy te soñé...

Paseando por las oscuras y vacías calles de mi barrio, viendo como un negro cielo me sonreía con los únicos astros que se había atrevido a mostrar: Un Marte y un Venus que me miraban con atención, como si el mismo universo tuviera la intención de decirme algo; y una luna en su cuarto menguante que hacía la forma de una sonrisa y me regalaba paz al corazón.

Extraños pasan a mi lado, pero son simplemente un elemento más de todo ese paisaje que he tenido el placer de presenciar, junto al sonido de un viento incesante y la música que siempre me acompaña haciendo la banda sonora de mi vida. 

Luego te vi. Todo fue tan irreal y rápido, que a veces dudo haya sido una ilusión en el desierto de mi soledad. Sin duda alguna, si fuiste un sueño. Y fue el primero y el último de su especie. 

Hoy te soñé, y tu no estabas conmigo.

Eras feliz, estabas riendo. Tenías ese brillo en los ojos que decía que ese gozo había llegado a lo más profundo de tu espíritu y de tu alma. Y no era yo quien causaba eso en ti.

Abrazaste con tal fuerza al extraño, que parecía que se convertían en un solo ser sin límites entre el uno y el otro. Y era alguien más con quien te confundías.

Lo besaste con la intensidad de mil soles, pero no lograste cegarme lo suficiente como para leer tus labios cuando dijeron: Eres mi vida. Y mis oídos no te escucharon.

Esperé con ansias para ver si esa sombra sacaba en algún momento rasgos míos, pero rápidamente se hizo evidente que en ese cuadro yo solo era un espectador.

Te extraño! ... Te extrañaré!


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