El ambiente era tenebrosamente romántico. Una única luz de vela temblaba entre él y ella, llena de nerviosismo por la ansiedad que le causaba esperar ese soplo que la obligaría a dormir. Su venganza era jugar con las sombras, esperando causar el suficiente temor, o el suficiente deseo, para que su presencia fuera olvidada y así poder continuar siendo un personaje más en esta corta historia.
Mientras tanto, él y ella hace mucho que la habían dejado de notar. Sus mentes estaban sumergidos en una serie de pensamientos que habían convertido esos pocos segundos en el tiempo de varías vidas. Él, que veía como ella sonreía con un poco de sonrojo y como sus ojos azules estaban llenos de brillo, tomó la decisión más cobarde que pudo haber tomado: desvelo sus sentimientos. Su boca dejó salir palabras que formaban frases como: "te quiero", "doy gracias a la vida por haberme dejado conocerte", "contigo encontré mi felicidad", "cien años serán pocos para buscar hacerte feliz".
Ella, efectivamente estaba sonriendo y sus ojos azules brillaban con gran intensidad; tenía esa sensación de calor en el rostro; en realidad, no hacía ningún esfuerzo por ocultar su felicidad, que se reflejaba en todo su ser. Incluso sentía algo que él muy probablemente no había notado: su corazón palpitaba a un ritmo descontrolado, engañando al resto de sus sentidos con un leve grado de excitación. Mientras su sonrisa seguía creciendo y sus ojos bien abiertos seguían brillando, ella continuaba soñado despierta con la persona con la que le hubiera encantado compartir ese bello rincón y de quien le hubiera encantado escuchar esas mismas palabras.
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